martes, 17 de enero de 2023

La Base #2x56 - Democracias en jaque

Peligros golpistas

 

16/01/2023 17:58

PABLO IGLESIAS

Dos años después del asalto al Capitolio en Washington, un nuevo ataque protagonizado por hordas de extrema derecha a los principales centros de poder federal en Brasil ha activado todas las alarmas sobre la fragilidad de las democracias. El levantamiento insurgente contra el pacto democrático instigado por los partidarios de Jair Bolsonaro ya se había intentado sin éxito en Washington.

Pero también en Alemania, en diciembre de 2022, cuando sus servicios de inteligencia frenaron a un conglomerado de funcionarios de extrema derecha y miembros retirados de las fuerzas de seguridad que pretendían ocupar lugares de poder institucional para derrocar a la república.

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La sucesión reciente de estos asaltos obedece a lógicas muy similares: la manipulación de los seguidores con realidades alternativas a través de las redes sociales, la inoculación en la opinión pública de la sospecha de elecciones robadas y la deslegitimación del adversario político a través de medios de comunicación o incluso de tribunales, junto al desprestigio sistemático de las instancias electorales que se pronuncian sobre los resultados de los comicios

Todo esto que les acabo de decir no es mío. Es de un editorial de El País. La proliferación internacional de golpes de Estado y el deseo deliberado de líderes iliberales de debilitar o incluso romper las reglas del juego democrático son una advertencia sobre la amenaza que la extrema derecha representa hoy para la democracia. Esto también es de El País.

Hay otras partes del editorial que no comparto pero imaginen ustedes cómo está la cosa en el mundo para que El País reconozca que el golpismo de ultraderecha es un problema en América Latina, pero también en Europa y en EEUU y que señale además a los medios de comunicación y a la judicatura.

Un repaso a las intentonas golpistas de la derecha

SARA SERRANO

El pasado 8 de enero miles de seguidores de Jair Bolsonaro asaltaron el Congreso Nacional, el Palacio Presidencial y la Corte Suprema en Brasilia.

Además de invadir las sedes de los tres principales poderes del país, los asaltantes reclamaron la intervención de las fuerzas armadas para derrocar al recientemente elegido Luiz Inácio Lula da Silva, cuya victoria electoral siguen sin reconocer. Recordemos que Jair Bolsonaro nunca felicitó a Lula por su elección, rechazó asistir a su investidura y abandonó Brasil poco antes de finalizar su mandato.

Pues ese es precisamente el motivo que ha llevado a Lula a destituir a la cúpula de todos los medios de comunicación públicos del país. La dirección de medios como Agencia Brasil, TV Brasil o la emisora Radio Nacional seguían en manos de cargos nombrados durante la presidencia Bolsonaro y esto tuvo una traducción directa en la cobertura que hicieron del asalto a Brasilia.

 

Bueno, el asalto a las instituciones brasileñas se ha saldado con casi 1.200 detenidos y con el arresto del exministro de Justicia bolsonarista, Anderson Torres, en prisión preventiva por su presunta participación en el golpe. Además, el Tribunal Supremo de Brasil también ha incluido en la investigación a Jair Bolsonaro, que se encuentra actualmente afincado en Estados Unidos y perdió la inmunidad el pasado 1 de enero. La petición se basa en un vídeo difundido por el líder ultraderechista en redes sociales, [que eliminó después], en el que un fiscal bolsonarista ponía en cuestión los resultados de las últimas elecciones.

Según los últimos datos oficiales al menos 50 personas habrían muerto en las protestas y más de 600 habrían resultado heridas por la represión policial. Recordemos que el pasado 7 de diciembre el Congreso peruano, [alegando una "permanente incapacidad moral"], destituyó al presidente electo Pedro Castillo y pocas horas después este fue detenido mientras se dirigía a la embajada de México para solicitar asilo político.

La vicepresidenta Dina Boluarte asumió la presidencia del país en medio de acusaciones a Castillo de intentonas golpistas. Desde entonces Boluarte se aferra al poder y utiliza la represión para reprimir las protestas.

El pasado mes de diciembre Alemania desmanteló una red ultra que pretendía dar un golpe de Estado. 3.000 agentes organizaron una redada coordinada en 11 regiones, se registraron 130 inmuebles y 25 personas, [muchas con formación militar], fueron detenidas en la que supone la mayor operación policial contra la ultraderecha en la historia reciente del país.

Los sospechosos pertenecen a una organización terrorista, Reichbürger, Ciudadanos del Reich, fundada a finales de 2021, una agrupación que rechaza la existencia de la República Federal alemana y que cuenta con más de 20.000 seguidores en todo el país.

Según apunta la fiscalía, se habían fijado como objetivo "acabar con el orden democrático existente" a través de medios militares y violencia contra los representantes públicos, incluyendo la consecución de homicidios. Según las autoridades los ultras se estaban preparando para asaltar el Bundestag, la Cámara baja del Parlamento. El líder de la intentona golpista y uno de los detenidos, es Heinrich XIII Prinz Reuß, un aristócrata propietario de una empresa inmobiliaria y de un castillo en Thüringen.

 

¿Asalto bolsonarista en Brasil? Ya lo hacía el 15M. ¿Protestas en Perú? No existen

MANU LEVIN

El asalto violento a las instituciones de Brasil por parte del bolsonarismo recuerda mucho al asalto al Capitolio en Estados Unidos por los partidarios de Trump. Esto tiene una derivada interna aquí en España, porque recuerda también a la estrategia que están siguiendo aquí las derechas, que consiste en negar la legitimidad del Gobierno de coalición y en usar sus posiciones dentro del Estado, en particular su control ilegítimo del Poder Judicial, para hacer oposición por vías no democráticas, llegando incluso a intentar impedir un debate parlamentario, como hicieron el mes pasado. La derecha mediática española, por tanto, necesitaba evitar que se instale en España un marco mental que les relacione con la actitud antidemocrática de la derecha brasileña, ¿no?

Que los malos son los de Podemos y la izquierda en general, eso es lo que dicen. Ah, y los catalanes también. En concreto, comparan el asalto ultraderechista a las instituciones en Brasil con el referéndum del 1 de octubre de 2017 en Catalunya. Además de con el "Rodea el Congreso", que fue una manifestación legal que se celebró el 25 de septiembre de 2012 en los alrededores del Congreso en Madrid, en la que por supuesto nadie puso un pie, no ya dentro del Congreso, sino ni siquiera en la calle en la que está ubicado; y en la que aparte la policía cargó con brutalidad y detuvo a varias personas.

Pero fijaos: Libertad Digital: "La izquierda española, pionera en el asalto a las instituciones democráticas. Mucho antes de lo sucedido en el Capitolio y en Brasil, la izquierda asaltó parlamentos en España y agredió a partidos de derechas". 

 

Pues claro que sí. Todo eso, golpes de Estado. Menos lo de Franco, que ya sabemos que fue un "alzamiento". Y lo de Brasil no es para tanto, ya sabéis que es lo mismo que hacía aquí el 15M, y además expresa, atención, "el sentir de la zona". 

"¿Esto no expresa el sentir de la zona?" Una tragedia, la verdad, que esta sea la pregunta que se hacen en la televisión pública en España sobre la intentona golpista en Brasil.

En Televisión Española entrevistaron a su enviado especial en Brasil, Marcos López. Entre otras cosas, dijo lo siguiente:

"La derecha brasileña es diferente a la del resto de América Latina, esto de Brasil es una excepción que no se ha producido en ningún otro lugar, en los otros países las derechas que han perdido las elecciones no han intentado subvertir la legalidad".

¿Golpe oligárquico? Nada, nada, en Perú no pasa absolutamente nada, circulen que no hay nada que ver ahí. ¿O no habéis escuchado al corresponsal de Televisión española explicando que las derechas latinoamericanas, y cita en concreto a Perú, están aceptando limpiamente sus derrotas electorales? En fin.

Esto de "circulen que no hay nada que ver en Perú" no es una forma de hablar, es el resumen de cómo lo está tratando la prensa española. No hay prácticamente información sobre lo que está pasando allí, y eso que hablamos de decenas de personas asesinadas en las calles por la represión del Gobierno. ¿Os imagináis qué se diría en los medios en España si por ejemplo en Venezuela la policía y el ejército estuvieran asesinando a decenas de personas en la calle? No se hablaría de otra cosa, los telediarios abrirían con eso, se promoverían "caravanas humanitarias" y conciertos en la frontera y prácticamente se pediría la intervención militar para derrocar a la malvada dictadura.

Pues te lo resumo rápidamente: en Perú el poder mediático sigue dos líneas fundamentales. Una es culpar de la situación al ex presidente de Bolivia, Evo Morales, acusándole de estar detrás de un contubernio bolivariano indigenista para desestabilizar el Perú. Y la otra es criminalizar a los manifestantes acusándoles de terroristas y vinculándolos con Sendero Luminoso.

Perú suma decenas de muertos mientras se buscan enemigos internos y externos

INNA AFINOGENOVA

Dina Boluarte lleva apenas 40 días al mando del Gobierno de Perú, pero este tiempo le bastó para marcar toda una serie de récords. No los récords que a ella le hubiera gustado, probablemente, pero aquí está: con más muertos en protestas que días de gobierno, con decenas de heridos, con más renuncias ministeriales que Pedro Castillo en un mismo período, con un estado de emergencia prolongado por un mes más, con un índice de desaprobación de más del 70%. Y con una etiqueta consolidada ya en redes para referirse a ella: Dina Balearte.

Hoy les hablaré de lo que ha pasado en las últimas semanas desde que se retomaron las calles, de los atropellos que llevamos observando un día sí y otro también, y de las explicaciones que le da este nuevo gobierno del Perú, arropado por los medios de información y con las organizaciones internacionales haciendo la vista gorda ante todo lo que ocurre.

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El 7 de diciembre se puso la banda presidencial, comenzando una espiral de violencia que cosecha ya 50 muertos. El 9 de enero, en un solo día, en la ciudad de Juliaca, al sur del país, fueron asesinados 19 manifestantes. Según la autopsia, todos fueron abatidos como resultado de una desmedida respuesta policial. A nueve de esas víctimas se les encontraron municiones metálicas dentro del cuerpo, a uno restos de bala, a seis de ellos restos de perdigones de metal. Entre los muertos había menores de edad y jóvenes de 18 años. 

Inna Afinogenova en La Base

Lo que deja el 2022 en Europa y América Latina

INNA AFINOGENOVA

En medio de ese panorama el Ministerio del Interior informó que allí mismo, en Juliaca, una turba de manifestantes prendió fuego a un policía de 29 años acabando con su vida. Y esa fue la muerte que, sorprendentemente, llamó la atención de los medios: finalmente empezaron a hablar de las víctimas que a esas alturas ya sumaban más de 40, aunque la atención mediática se concentrara en una sola muerte en concreto que sirvió para presentar al conjunto de manifestantes como terroristas, vándalos y desestabilizadores. 

Desde el Congreso se propuso declarar al policía asesinado como mártir de la defensa de la democracia. Medios de información buscaron a sus padres para entrevistarlos, unos campesinos de Cusco, se trasladaron hasta allí, les pusieron sus micrófonos delante, pero las declaraciones del padre del policía hicieron que su presencia en la pantalla fuera fugaz y efímera.

Pues mira, a principios de enero dijo, literalmente, que no se entendía qué es lo que piden los manifestantes, que lo único que buscan son pretextos para generar caos, que protestas de qué. Más de un mes de manifestaciones con unos reclamos clarísimos desde el día 7 de diciembre, de los que Dina Boluarte parece no haberse enterado todavía. De hecho, los reclamos siguen siendo a día de hoy exactamente los mismos que formularon el 7 de diciembre: renuncia de Boluarte, elecciones, asamblea constituyente. 

Pero se ve que es mucho más fácil hacer oídos sordos y tirar de la vieja confiable: el enemigo interno y, ya para asegurar, sumarle al enemigo externo también. 

El viernes pasado dio un discurso a la nación en el que pidió perdón por la violencia aunque con tantos "peros", que no quedó muy claro quién era el responsable de la misma, si su gestión, si los militares en las calles o, usando sus propias palabras, "esta gente que genera odio".

Días antes de que pronunciara el discurso llegó al país la Comisión Interamericana de los DDHH que, en su informe preliminar, había advertido de un "deterioro del debate público" en el que algunas autoridades se refieren "con generalizaciones hacia todas las personas indígenas y campesinas como terroristas, terrucos, senderistas -por Sendero Luminoso- o indios". 

La búsqueda del enemigo interno y el "terruqueo" se han convertido en una suerte de "especialidad de la casa" en Perú, pero en estas semanas ha llegado a unos niveles un tanto grotescos. La semana pasada, en Ayacucho, detuvieron a ocho integrantes del Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho.

Se les detuvo y se emitió un orden para, ojo, buscar en sus casas libros de Marx, de Lenin y de Stalin, un tipo de cosas que nos recuerdan a otras épocas vividas en varios países de Latinoamérica y que nunca acabaron nada bien, especialmente para la gente de izquierdas. 

Como a todo ese cacao de "esta gente que genera odio", de estos desestabilizadores, cuyo delito es leer El manifiesto comunista, le faltaba algo de picante, aparecieron en el argumentario el malvado de Evo Morales y Los Ponchos Rojos. 

Un diputado de ultraderecha de Bolivia afirmó, sin pruebas, que una agrupación que él llamó "ponchos rojos" supuestamente vinculada a Evo Morales, había ingresado armamento y municiones en Perú. La denuncia no iba acompañada de nada que no fuera la "palabra de honor" de ese diputado, pero fue suficiente para empezar a rodar. Llegó hasta Chile donde la retomaron círculos pinochetistas, porque cualquier excusa es buena para usarla en su cruzada contra el progresismo. 

Según la Fiscalía peruana, la idea de Morales consiste en impulsar protestas en la región de Puno (el mismo lugar donde se asesinó a 19 personas en un día) para separarla de Perú y así poder anexionársela a Bolivia. Todo en el marco de su plan para promover el "socialismo del siglo XXI". Para frustrárselo, la Fiscalía le prohibió la entrada en el país. 

Según una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP),  el Congreso goza de una desaprobación del 88%, ocho puntos más de desaprobación que hace un mes. Dina Boluarte es rechazada por el 71% de la población y el 52% de los peruanos creen que tienen que adelantar elecciones, algo que Boluarte dijo que no haría, así que el futuro es más que incierto. 

En los últimos tres años hemos visto brutales represiones de manifestaciones en países de Latinoamérica. Decenas de personas murieron en la Colombia de Duque, en la Bolivia de Añez y en el Chile de Piñera. 

En ningún lado fueron tantas las víctimas como las que acumula Perú en estos días. En todos esos países esas manifestaciones le costaron muy caro a los gobiernos: se fueron derechitos a la oposición o, en el peor de los casos, a la cárcel. 

Está claro que son lecciones que Dina no ha acabado de aprender y parecería que esperar a ver cuál es su destino comiendo palomitas es algo hasta divertido, si no fuera porque esto le está costando la vida a decenas de personas que protestan por una situación y una inestabilidad que ya les parece insostenible.

 


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