Supermercados públicos
¿Y
si, además de intervenir los precios de los productos básicos para evitar los
abusos de los grandes supermercados, hiciéramos un supermercado público?
La diferencia entre un supermercado público y uno privado es fácil de
entender. El público necesita ser eficiente pero no persigue el lucro ni los
grandes beneficios, sino satisfacer una necesidad social. Eso, justamente eso,
le da una enorme ventaja competitiva que le permitiría pagar mejor a los
ganaderos y agricultores y también a sus propios trabajadores. Un supermercado
público crearía empleo de calidad, favorecería
a los productores locales, priorizaría los productos ecológicos y bajaría los precios de los
productos básicos.
¿Y si, además de intervenir los precios de
los productos básicos y de crear un supermercado público, favoreciéramos
también la creación de supermercados cooperativos
autogestionados?
Estos supermercados ya existen en España
pero no cuentan con apoyo público en forma de legislación favorable,
subvenciones o líneas de crédito preferentes. Podrían ser propiedad de organizaciones de trabajadores, consumidores y productores que
tomarían así el control de la cadena alimentaria. Los socios decidirían los
criterios que deberían cumplir sus productos, y podrían apostar también por los
productos ecológicos y de cercanía, garantizando precios justos para los
productores locales y los consumidores.
No tendrían ánimo de lucro como los
supermercados públicos, pero sí beneficios que deberían tener una función social y política. ¿O acaso se puede hacer
política en sociedades de mercado sin competir en el mercado? Una red de
supermercados cooperativos y autogestionados podría ser un poder económico progresista.
Siempre hay que pensar fuera de la caja.
Este martes en La base respondemos con
radicalidad a la pregunta ¿Qué hacer frente a los abusos de los grandes
supermercados?
Supermercados:
historia de un expolio
El primer supermercado de
la historia abrió en el año 1916 en Memphis, Tenesse. El empresario
estadounidense Clarence Saunders, que había
trabajado como representante de un mayorista, se dio cuenta de que muchos
comercios quebraban por las deudas que acumulaban por la venta a crédito, el
método de compra más extendido por aquel entonces. El modelo de supermercado de
Saunders introdujo por primera vez en la historia la venta a cambio de dinero
en metálico en exclusiva.
En los supermercados de Saunders los
clientes entraban por la izquierda, después de cruzar dos medias puertas que
sólo se abren hacia dentro, recorrían los cuatro pasillos del comercio donde
todos los productos tenían los precios marcados y salían por la derecha, ante
la caja registradora. Había nacido el concepto de self service, [el sírvase a usted mismo], que
permitía prescindir de algunos de los empleados de las tiendas haciendo recaer
parte del trabajo sobre los consumidores.
Saunders fue el primero en patentar la
idea del supermercado, pero fue un colombiano, Bernardo
Trujillo, el que formalizó en los años 50 las bases teóricas y
prácticas de la distribución moderna. Trujillo sostenía que el éxito de los
supermercados se basaba en cinco premisas: autoservicio, precios bajos,
aparcamientos, localización y "todo bajo el mismo techo". Trujillo,
como empleado de la empresa de máquinas registradoras NCR, se dedicó a dar seminarios
sobre el tema a lo largo y ancho de Estados Unidos, y sus ideas llegaron a
Europa.
Carrefour fue fundada en
1960 bajo los preceptos de Trujillo: supermercados con grandes superficies en
las afueras de la ciudad, estacionamientos amplios y descuentos importantes.
Actualmente, la cadena de supermercados tiene a la familia Moulins. fundadores
de los grandes almacenes Galerías Lafayette,
al multimillonario brasileño Abilio Biniz y al hombre más rico de Francia,
Bernard Arnault, dueño de Louis Vuitton, como
principales accionistas.
La mayor compra de alimentos en España
tiene lugar en los supermercados, en concreto el 47%. Además, es
un nicho de negocio que no para de crecer, según datos de la consultora Retail Data, la red de supermercados en España supera
los 25.000 establecimientos y crece a un ritmo de 270 aperturas anuales.
En primer lugar, se sitúa Mercadona, con casi un 25% de cuota
de mercado. La cadena de supermercados cuenta con casi 100.000 empleados y
factura cerca de 30.000 millones de euros anuales,
680 de los cuales son beneficios netos. Según la revista Forbes, su
presidente, Juan Roig, es la cuarta fortuna
española con 3.400 millones de euros.
De
la fortuna de Roig, 10,65 millones de euros provienen de sus funciones al
frente de Mercadona, a lo que hay que sumar los 80 millones que obtuvo en
dividendos.
En segunda posición en volumen de negocio,
con una cuota del 8%, se encuentra la cadena de
supermercados de Carrefour. El grupo cuenta
con más de 1.200 tiendas y facturó cerca de 9.500 millones de euros en 2021.
En tercer lugar, está el grupo DIA, con un 5% de cuota y
cerca de 4.000 tiendas en nuestro país. Esta cadena de supermercados fue creada
en 1979, como una tienda de alimentación de descuentos, destinada a las rentas
más bajas. En 2019, fue adquirida por el magnate ruso Mijaíl Fridman, que con el 77% de las acciones se
convirtió en el accionista mayoritario.
Según los últimos datos publicados por
el Instituto Nacional de Estadística el índice de
precios interanual de la alimentación asciende a un 16%, esto es un 10% más de
lo que ha subido el índice general.
De hecho, en 2022 se ha producido la mayor subida de precios de los últimos 34 años.
El INE ha hecho público el último dato del IPC de los alimentos, y las cifras
son contundentes: la leche ha subido en torno a
un 30%; el aceite, otro 30%; los huevos, el
26%; el pan, un 15%; la carne, un
14%; la fruta, un 12%; y las hortalizas y legumbres,
un 10%. Esto implica que, en media, la gente gastó unos 800 euros más en
alimentación el año pasado.
Además, este vertiginoso aumento de los
precios es totalmente independiente de los precios de los productos en origen.
De hecho, según datos del INE los precios en origen no
sólo no han subido, sino que se han desplomado. En concreto el precio de las
hortalizas frescas ha caído casi un 4%, el de las frutas un 21%, un 20% el de
la leche, un 11% el del trigo y un 7% el del arroz.
Pues Podemos ha
propuesto este lunes intervenir el mercado de los alimentos para abaratar la
cesta básica de la compra hasta igualar sus precios a los previos a la guerra.
Además propone una serie de ayudas directas al pequeño comercio para que no
sufra las consecuencias de la bajada de precios. Esto es algo que ya se ha
hecho con otros sectores estratégicos, como la energía o el transporte, y que
ha servido para bajar las facturas de la luz o hacer más asequibles los precios
de trenes y metros.
En el caso de que el PSOE no aceptara esta propuesta de regulación de
precios de los alimentos, Podemos plantea la posibilidad de bonificar los
productos de la cesta básica del mismo modo que se ha hecho con los
carburantes. Para evitar que esta bonificación sea
directamente absorbida por las empresas de alimentación, se aprobaría junto a
ella un impuesto a las grandes cadenas de distribución y multas a las empresas
que traten de aprovechar la bonificación para aumentar sus beneficios.
Supermercados: La Sexta criminaliza la pobreza y
defiende a los verdaderos ladrones
Más del 80% de la inflación se debe a los
márgenes de beneficio empresarial, en particular de los grandes supermercados que controlan el negocio de la
alimentación. Si uno mira la realidad con sus propios ojos cuando entra al supermercado,
se da cuenta de cómo le roban estas grandes compañías, que por ejemplo compran
patatas a los productores a 12 céntimos el kilo y las venden a pocos kilómetros
a 1,55 el kilo, multiplicando por 13 el precio
de coste.
Pero si en lugar de su propia realidad
cotidiana, lo que uno mira es la televisión,
entonces puede pensar lo contrario: que somos la gente corriente quienes les
estamos robando a ellos. Está todo hecho claramente para que uno llegue a
la conclusión de que la señora que roba comida en el supermercado forma parte
de una organización mafiosa que mueve miles de millones o
algo así.
Criminalización de la pobreza de libro y
encima presentando como víctimas a las grandes empresas que se forran
especulando con productos básicos que son un
derecho fundamental. Los peligrosos vendedores ambulantes sin papeles y sin
derechos que perjudican al pobre Corte Inglés.
En fin.
Os propongo que hagamos un ejercicio. ¿Os
imagináis cómo sería un reportaje de televisión sensacionalista, pero con el
enfoque contrario, que criminalizara y señalara como enemigo público a quien se
forra especulando con la comida aprovechándose además de una guerra, en lugar
de a la gente de más abajo de la sociedad, al "robagallinas", como
decía aquel?:
"Creen
que nadie les mira. No saben que conocemos su modus operandi. Así es como
actúan. Compran a 12 céntimos el kilo las patatas que después llevarán a la
reventa, multiplicando su precio por 13. Este kilo de naranjas que cobran a
1,50, lo compraron previamente a solo 11 céntimos. Un verdadero saqueo a plena
luz del día. Fíjense en este cliente que acaba de entrar al supermercado. Ahora
recorre uno de los pasillos críticos. En pocos minutos, le desvalijan. Observen
cómo esta botella de aceite que antes valía 85 céntimos, ahora se la cobran a
más de tres euros.
Esta
otra señora se dirige a la caja con un carro de productos de primera necesidad.
Miren cómo se quedan con su sueldo billete a billete antes de permitirle salir
del establecimiento. Actúan en grupo: pactan precios atentando contra la libre
competencia. Después recurren al método más habitual: paraísos fiscales dotados
de dobles fondos capaces de esconder cantidades ingentes de dinero. Un
auténtico almacén clandestino muy difícil de detectar para Hacienda. Este es el
conocimiento de la ley que tienen estos delincuentes.
Este
dueño de una conocida cadena de supermercados, que prefiere no revelar su
identidad, sabe que las cámaras de los grandes medios de comunicación son para
él un seguro de vida. Por eso los utiliza para poder seguir amasando
impunemente cientos de millones de euros de beneficios. Comete los hurtos con
la frialdad de un especialista".
Se
podrían establecer precios máximos por
ley, o se podría contar una gran empresa pública de alimentación que compitiera
con las privadas, o promover cooperativas de productores que pusieran sus
productos directamente en el mercado. Y ya sabemos qué dirían sobre esto los
grandes medios, tanto de la derecha como de la progresía. Dirían lo mismo que
dijeron cuando se debatía establecer el tope al gas: que Venezuela, que comunismo, que no funciona, que Europa no quiere, que los de Podemos que eran los que lo proponían no tienen ni
idea de nada.
Porque
eso fue exactamente lo que dijeron. El Economista:
"Nuevo tope del gas: entre la inutilidad y el riesgo de
desabastecimiento".
La Voz
de Galicia: "El tope al gas llega para
encarecer la factura de la luz". Bueno, pues resulta que ahora muchos
tienen que reconocer que esa medida no solo era posible sino que ha hecho que
hoy en España la luz sea de las más baratas de Europa y
que otros países quieran imitar la medida. Desconfíen de los poderes mediáticos
que, a la vez que criminalizan la pobreza y blanquean a los verdaderos
ladrones, dicen que no se puede hacer nada para bajar los precios de los
alimentos.
inflación son las
grandes empresas
Cuántas
veces en las últimas semanas habremos leído en redes sociales u oído a nuestros
conocidos o vecinos que sí, que la inflación baja,
y que muy bien esos gráficos que salen publicados en medios, pero que esa
bajada en infografías no se traduce luego a ninguno de los recibos. Vas
al supermercado y te sigue costando todo mucho más
que hace dos años. Ni hablar de la gasolina, puede
bajar el precio del barril de petróleo, pero la gasolina, una vez la suben, ya
no vuelve a bajar o no lo hace al mismo ritmo al que suele subir.
Esto pasa en todo el mundo, no solo
en España. Y esa podría ser, digamos, la "buena"
noticia. La mala es que las explicaciones que se nos dan a este fenómeno no lo
explican del todo, sino sólo en parte.
Porque ¿qué es lo que nos llevan contando
desde hace casi tres años ya, cuando empezó la pandemia?
Que la pandemia dañó las cadenas de
suministro, bajó la oferta, subieron los precios, nos afecta a todos y cada
uno.
Poco
después de la pandemia empezó la guerra de Ucrania que
lo terminó rematando todo. Así, la covid-19 y la
guerra, volvieron inevitable la inflación, el aumento de precios de
absolutamente todo, la escasez de algunos productos y, en algunos casos, hasta
el hambre.
Pero resulta que hay un problema con esta
explicación.
La
covid-19 y la invasión rusa a Ucrania, si bien tuvieron un impacto negativo en
los precios de los alimentos en todo el mundo, no son las principales causas
de la inflación. Los precios de los alimentos ya llevaban
varios meses aumentando de forma considerable antes de la guerra, mientras que
más de 800 millones de personas en todo el mundo padecían hambre. ¿Por qué?
Porque
hay sectores enteros interesados en aumentar sus ganancias y cargar sobre los
hombros del consumidor cualquier atisbo de inflación. Para ilustrarlo, me voy a
hacer eco de dos informes recientes de Oxfam. En septiembre
publicaron uno para desmentir los principales mitos sobre el sistema
alimentario global. Y revelaron que desde el estallido de la pandemia las
principales empresas de alimentos (esas que estaban afectadas por la cadena
global de distribución rota, que no se nos olvide), literalmente, se forraron.
Los beneficios fueron tan altos que,
mientras millones de personas en el mundo luchaban por tener un plato de comida
diario, aparecieron en el sector de alimentos y agronegocios 62 nuevos
multimillonarios alimentarios. Su riqueza colectiva aumentó en total un 45%
(unos 380.000 millones de dólares, para ser más concretos).
Por
ejemplo, la empresa más grande de alimentos del mundo, Cargill, que vio aumentar su fortuna unos 20 millones
de dólares al día desde que empezó la pandemia. Procesan cereales, soja, maíz, cacao, carne, pescado y lo
venden a grandes cadenas. En el año 2021 marcó su propio récord histórico de
ganancias netas obteniendo casi 5.000 millones de dólares, según los cálculos
de Oxfam.
Otro
gran comerciante, cuyo nombre también nos suena, es Bunge, que aumentó sus ingresos en un 19% entre 2021 y
2022.
Este
lunes, cuando arrancó el Foro Económico de Davos,
Oxfam Intermón publicó otro informe que va en sintonía con el de septiembre,
aunque es mucho más amplio. Se titula La ley del más rico y
contiene una cantidad de datos que son difíciles de leer sin entrar un poco en
cólera.
Su
principal conclusión es que desde 2020 las fortunas de los ultra ricos se
dispararon drásticamente a la vez que lo hicieron la pobreza y desigualdad. El
1% de los más ricos acaparan el doble de riqueza que el 99% restante. Calcula
Oxfam que la fortuna de los multimillonarios aumenta
unos 2.700 millones de dólares cada día, mientras que los salarios de miles de
millones de trabajadores crecen más lentamente que la inflación.
A
la inflación le tienen dedicado todo un capítulo titulado Inflación de la codicia: las grandes empresas están detrás de la
inflación rentabilizando el sufrimiento.
Y
vaya, resulta, siempre según Oxfam, que una de las principales causas de la
inflación no es la cadena de suministros deteriorada ni la guerra en Ucrania.
Una de las principales causas de la crisis del coste de vida son
los beneficios empresariales que están alcanzando niveles sin precedentes.
La inflación real baja, pero las grandes
empresas no tienen ningún interés en bajar los precios, porque a ellas les
supone quedarse con un margen muchísimo más amplio.
Así,
calculan que en EEUU el 54% de la inflación se
debe directamente al aumento de los ingresos de empresarios. En España en 2022,
según Comisiones Obreras, los ingresos empresariales
fueron responsables del 83.4% de la inflación.
Aquí
entramos en un campo de blindaje empresarial y mediático mutuo en el que
cualquier propuesta que no suponga dejar hacer a las grandes empresas lo que
les venga en gana, es tachada de comunismo o de alguna de sus versiones más
modernas (chavismo, bolivarianismo, etc.), olvidando,
convenientemente, que el gravar las grandes fortunas forma parte esencial del
llamado estado del bienestar.
En muchas ocasiones se trata de un puñado
de grandes compañías que funcionan como oligopolios: puesto que no hay
competencia (porque, pese a lo que se nos diga, este sistema tampoco es
puramente capitalista), se puede mantener elevadísimos márgenes de beneficio.
Pues
de esta manera, según calculó Oxfam Intermón, en 2022 las principales empresas
repartieron entre sus directivos unos 257.000 millones de dólares en
dividendos. La familia Walton, dueña de la
mitad del grupo Walmart, una de las principales cadenas de
supermercados de EEUU, recibió en 2022 un módico ingreso de 8500 millones de
dólares en dividendos.
Pero el problema, como ya bien nos
contaron en nuestros medios, es un sintecho que roba comida en el supermercado,
o la pandemia, o la guerra. Y se centran en ello porque los grandes magnates de
los medios de comunicación, al igual que los grandes magnates del sector
alimenticio o energético, sí tienen conciencia de clase (eso si además no
resulta que son los mismos los que poseen tanto supermercados como medios).
Y como ellos sí tienen conciencia de
clase, el trabajo consiste en proteger sus intereses y moldear la opinión
pública a través de los medios de información. Se les considera, como suele
recordar la derecha, "generadores de riqueza". Pero viendo estos
datos, no estaría del todo mal pensar que una descripción más precisa sería
"generadores de pobreza" por sus prácticas abusivas.
Por
cierto, esto es una de las principales insistencias de Oxfam: subir los
impuestos a los ricos para reducir esa tremenda desigualdad. Porque resulta que
señores como Jeff Bezos, el dueño de Amazon, tributa a un tipo inferior al 1%, y no
precisamente porque cobre poco, que le da para pagarse un viaje al espacio y
aún así llegar a fin de mes sin aparentes problemas. ¿Saben cómo lo hace?
Aprovechándose de las lagunas existentes en la legislación de EEUU. Gente como
Bezos o Elon Musk obtienen la mayor parte de su dinero
porque el valor de las acciones de sus empresas sube.
El
aumento de valor de las acciones se considera en EE.UU. una renta de capital no
materializada: mientras no vendas las acciones, no tributas. Pero puedes usar
esas acciones como aval bancario para conseguir préstamos. Así, ni Bezos, ni
Musk se pagan sus sueldos: viven de préstamos bancarios que los bancos están
muy felices de dar a gente como ellos, utilizando como garantía sus acciones.
De esta manera, Elon Musk tributó entre 2014 y 2018 a un tipo de un 3,27%,
según calcularon periodistas del portal estadounidense
ProPública.
Pues
una de las causas podía ser, como menciona nuestro compañero Owen Jones en La demonización de la clase
obrera, que las grandes fortunas en países como el Reino Unido tributaban a unos porcentajes hoy
totalmente impensables, de más del 80% (para que luego se quejen los
Youtubers).
Es
decir, que en la época del crecimiento y el florecimiento del capitalismo y la
época dorada de la industrialización en todo Occidente, cuando la guerra fría estaba en pleno apogeo y había que
demostrar al bloque comunista la superioridad del capitalismo, los países más
capitalistas adoptaban políticas que serían consideradas hoy en día casi
bolivarianas, en fin, aten cabos y se imaginarán por qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario