martes, 17 de enero de 2023

La Base #2x57 - ¿A ti qué supermercado te roba?

Supermercados públicos

PABLO IGLESIAS

¿Y si, además de intervenir los precios de los productos básicos para evitar los abusos de los grandes supermercados, hiciéramos un supermercado público?

La diferencia entre un supermercado público y uno privado es fácil de entender. El público necesita ser eficiente pero no persigue el lucro ni los grandes beneficios, sino satisfacer una necesidad social. Eso, justamente eso, le da una enorme ventaja competitiva que le permitiría pagar mejor a los ganaderos y agricultores y también a sus propios trabajadores. Un supermercado público crearía empleo de calidad, favorecería a los productores locales, priorizaría los productos ecológicos y bajaría los precios de los productos básicos.

¿Y si, además de intervenir los precios de los productos básicos y de crear un supermercado público, favoreciéramos también la creación de supermercados cooperativos autogestionados?

Estos supermercados ya existen en España pero no cuentan con apoyo público en forma de legislación favorable, subvenciones o líneas de crédito preferentes. Podrían ser propiedad de organizaciones de trabajadores, consumidores y productores que tomarían así el control de la cadena alimentaria. Los socios decidirían los criterios que deberían cumplir sus productos, y podrían apostar también por los productos ecológicos y de cercanía, garantizando precios justos para los productores locales y los consumidores.

No tendrían ánimo de lucro como los supermercados públicos, pero sí beneficios que deberían tener una función social y política. ¿O acaso se puede hacer política en sociedades de mercado sin competir en el mercado? Una red de supermercados cooperativos y autogestionados podría ser un poder económico progresista.

Siempre hay que pensar fuera de la caja. Este martes en La base respondemos con radicalidad a la pregunta ¿Qué hacer frente a los abusos de los grandes supermercados?

Supermercados: historia de un expolio

SARA SERRANO

El primer supermercado de la historia abrió en el año 1916 en Memphis, Tenesse. El empresario estadounidense Clarence Saunders, que había trabajado como representante de un mayorista, se dio cuenta de que muchos comercios quebraban por las deudas que acumulaban por la venta a crédito, el método de compra más extendido por aquel entonces. El modelo de supermercado de Saunders introdujo por primera vez en la historia la venta a cambio de dinero en metálico en exclusiva.

En los supermercados de Saunders los clientes entraban por la izquierda, después de cruzar dos medias puertas que sólo se abren hacia dentro, recorrían los cuatro pasillos del comercio donde todos los productos tenían los precios marcados y salían por la derecha, ante la caja registradora. Había nacido el concepto de self service, [el sírvase a usted mismo], que permitía prescindir de algunos de los empleados de las tiendas haciendo recaer parte del trabajo sobre los consumidores.

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Saunders fue el primero en patentar la idea del supermercado, pero fue un colombiano, Bernardo Trujillo, el que formalizó en los años 50 las bases teóricas y prácticas de la distribución moderna. Trujillo sostenía que el éxito de los supermercados se basaba en cinco premisas: autoservicio, precios bajos, aparcamientos, localización y "todo bajo el mismo techo". Trujillo, como empleado de la empresa de máquinas registradoras NCR, se dedicó a dar seminarios sobre el tema a lo largo y ancho de Estados Unidos, y sus ideas llegaron a Europa.

Carrefour fue fundada en 1960 bajo los preceptos de Trujillo: supermercados con grandes superficies en las afueras de la ciudad, estacionamientos amplios y descuentos importantes. Actualmente, la cadena de supermercados tiene a la familia Moulins. fundadores de los grandes almacenes Galerías Lafayette, al multimillonario brasileño Abilio Biniz y al hombre más rico de Francia, Bernard Arnault, dueño de Louis Vuitton, como principales accionistas.

La mayor compra de alimentos en España tiene lugar en los supermercados, en concreto el 47%. Además, es un nicho de negocio que no para de crecer, según datos de la consultora Retail Data, la red de supermercados en España supera los 25.000 establecimientos y crece a un ritmo de 270 aperturas anuales.

En primer lugar, se sitúa Mercadona, con casi un 25% de cuota de mercado. La cadena de supermercados cuenta con casi 100.000 empleados y factura cerca de 30.000 millones de euros anuales, 680 de los cuales son beneficios netos. Según la revista Forbes, su presidente, Juan Roig, es la cuarta fortuna española con 3.400 millones de euros.

De la fortuna de Roig, 10,65 millones de euros provienen de sus funciones al frente de Mercadona, a lo que hay que sumar los 80 millones que obtuvo en dividendos.

En segunda posición en volumen de negocio, con una cuota del 8%, se encuentra la cadena de supermercados de Carrefour. El grupo cuenta con más de 1.200 tiendas y facturó cerca de 9.500 millones de euros en 2021.

En tercer lugar, está el grupo DIA, con un 5% de cuota y cerca de 4.000 tiendas en nuestro país. Esta cadena de supermercados fue creada en 1979, como una tienda de alimentación de descuentos, destinada a las rentas más bajas. En 2019, fue adquirida por el magnate ruso Mijaíl Fridman, que con el 77% de las acciones se convirtió en el accionista mayoritario.

Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística el índice de precios interanual de la alimentación asciende a un 16%, esto es un 10% más de lo que ha subido el índice general.

De hecho, en 2022 se ha producido la mayor subida de precios de los últimos 34 años. El INE ha hecho público el último dato del IPC de los alimentos, y las cifras son contundentes: la leche ha subido en torno a un 30%; el aceite, otro 30%; los huevos, el 26%; el pan, un 15%; la carne, un 14%; la fruta, un 12%; y las hortalizas y legumbres, un 10%. Esto implica que, en media, la gente gastó unos 800 euros más en alimentación el año pasado.

Además, este vertiginoso aumento de los precios es totalmente independiente de los precios de los productos en origen. De hecho, según datos del INE los precios en origen no sólo no han subido, sino que se han desplomado. En concreto el precio de las hortalizas frescas ha caído casi un 4%, el de las frutas un 21%, un 20% el de la leche, un 11% el del trigo y un 7% el del arroz.

Pues Podemos ha propuesto este lunes intervenir el mercado de los alimentos para abaratar la cesta básica de la compra hasta igualar sus precios a los previos a la guerra. Además propone una serie de ayudas directas al pequeño comercio para que no sufra las consecuencias de la bajada de precios. Esto es algo que ya se ha hecho con otros sectores estratégicos, como la energía o el transporte, y que ha servido para bajar las facturas de la luz o hacer más asequibles los precios de trenes y metros.

En el caso de que el PSOE no aceptara esta propuesta de regulación de precios de los alimentos, Podemos plantea la posibilidad de bonificar los productos de la cesta básica del mismo modo que se ha hecho con los carburantes. Para evitar que esta bonificación sea directamente absorbida por las empresas de alimentación, se aprobaría junto a ella un impuesto a las grandes cadenas de distribución y multas a las empresas que traten de aprovechar la bonificación para aumentar sus beneficios.

 

 

Supermercados: La Sexta criminaliza la pobreza y defiende a los verdaderos ladrones

MANU LEVIN

Más del 80% de la inflación se debe a los márgenes de beneficio empresarial, en particular de los grandes supermercados que controlan el negocio de la alimentación. Si uno mira la realidad con sus propios ojos cuando entra al supermercado, se da cuenta de cómo le roban estas grandes compañías, que por ejemplo compran patatas a los productores a 12 céntimos el kilo y las venden a pocos kilómetros a 1,55 el kilo, multiplicando por 13 el precio de coste.

Pero si en lugar de su propia realidad cotidiana, lo que uno mira es la televisión, entonces puede pensar lo contrario: que somos la gente corriente quienes les estamos robando a ellos. Está todo hecho claramente para que uno llegue a la conclusión de que la señora que roba comida en el supermercado forma parte de una organización mafiosa que mueve miles de millones o algo así. 

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Criminalización de la pobreza de libro y encima presentando como víctimas a las grandes empresas que se forran especulando con productos básicos que son un derecho fundamental. Los peligrosos vendedores ambulantes sin papeles y sin derechos que perjudican al pobre Corte Inglés. En fin.

Os propongo que hagamos un ejercicio. ¿Os imagináis cómo sería un reportaje de televisión sensacionalista, pero con el enfoque contrario, que criminalizara y señalara como enemigo público a quien se forra especulando con la comida aprovechándose además de una guerra, en lugar de a la gente de más abajo de la sociedad, al "robagallinas", como decía aquel?:

"Creen que nadie les mira. No saben que conocemos su modus operandi. Así es como actúan. Compran a 12 céntimos el kilo las patatas que después llevarán a la reventa, multiplicando su precio por 13. Este kilo de naranjas que cobran a 1,50, lo compraron previamente a solo 11 céntimos. Un verdadero saqueo a plena luz del día. Fíjense en este cliente que acaba de entrar al supermercado. Ahora recorre uno de los pasillos críticos. En pocos minutos, le desvalijan. Observen cómo esta botella de aceite que antes valía 85 céntimos, ahora se la cobran a más de tres euros.

Esta otra señora se dirige a la caja con un carro de productos de primera necesidad. Miren cómo se quedan con su sueldo billete a billete antes de permitirle salir del establecimiento. Actúan en grupo: pactan precios atentando contra la libre competencia. Después recurren al método más habitual: paraísos fiscales dotados de dobles fondos capaces de esconder cantidades ingentes de dinero. Un auténtico almacén clandestino muy difícil de detectar para Hacienda. Este es el conocimiento de la ley que tienen estos delincuentes.

Este dueño de una conocida cadena de supermercados, que prefiere no revelar su identidad, sabe que las cámaras de los grandes medios de comunicación son para él un seguro de vida. Por eso los utiliza para poder seguir amasando impunemente cientos de millones de euros de beneficios. Comete los hurtos con la frialdad de un especialista".

Se podrían establecer precios máximos por ley, o se podría contar una gran empresa pública de alimentación que compitiera con las privadas, o promover cooperativas de productores que pusieran sus productos directamente en el mercado. Y ya sabemos qué dirían sobre esto los grandes medios, tanto de la derecha como de la progresía. Dirían lo mismo que dijeron cuando se debatía establecer el tope al gas: que Venezuela, que comunismo, que no funciona, que Europa no quiere, que los de Podemos que eran los que lo proponían no tienen ni idea de nada.

Porque eso fue exactamente lo que dijeron. El Economista: "Nuevo tope del gas: entre la inutilidad y el riesgo de desabastecimiento".

La Voz de Galicia: "El tope al gas llega para encarecer la factura de la luz". Bueno, pues resulta que ahora muchos tienen que reconocer que esa medida no solo era posible sino que ha hecho que hoy en España la luz sea de las más baratas de Europa y que otros países quieran imitar la medida. Desconfíen de los poderes mediáticos que, a la vez que criminalizan la pobreza y blanquean a los verdaderos ladrones, dicen que no se puede hacer nada para bajar los precios de los alimentos.

 

inflación son las grandes empresas

17/01/2023 19:10

INNA AFINOGENOVA

Cuántas veces en las últimas semanas habremos leído en redes sociales u oído a nuestros conocidos o vecinos que sí, que la inflación baja, y que muy bien esos gráficos que salen publicados en medios, pero que esa bajada en infografías no se traduce luego a ninguno de los recibos. Vas al supermercado y te sigue costando todo mucho más que hace dos años. Ni hablar de la gasolina, puede bajar el precio del barril de petróleo, pero la gasolina, una vez la suben, ya no vuelve a bajar o no lo hace al mismo ritmo al que suele subir.

 

Esto pasa en todo el mundo, no solo en España. Y esa podría ser, digamos, la "buena" noticia. La mala es que las explicaciones que se nos dan a este fenómeno no lo explican del todo, sino sólo en parte.

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Porque ¿qué es lo que nos llevan contando desde hace casi tres años ya, cuando empezó la pandemia?

Que la pandemia dañó las cadenas de suministro, bajó la oferta, subieron los precios, nos afecta a todos y cada uno.

Poco después de la pandemia empezó la guerra de Ucrania que lo terminó rematando todo. Así, la covid-19 y la guerra, volvieron inevitable la inflación, el aumento de precios de absolutamente todo, la escasez de algunos productos y, en algunos casos, hasta el hambre.

Pero resulta que hay un problema con esta explicación.

La covid-19 y la invasión rusa a Ucrania, si bien tuvieron un impacto negativo en los precios de los alimentos en todo el mundo, no son las principales causas de la inflación. Los precios de los alimentos ya llevaban varios meses aumentando de forma considerable antes de la guerra, mientras que más de 800 millones de personas en todo el mundo padecían hambre. ¿Por qué?

Porque hay sectores enteros interesados en aumentar sus ganancias y cargar sobre los hombros del consumidor cualquier atisbo de inflación. Para ilustrarlo, me voy a hacer eco de dos informes recientes de Oxfam. En septiembre publicaron uno para desmentir los principales mitos sobre el sistema alimentario global. Y revelaron que desde el estallido de la pandemia las principales empresas de alimentos (esas que estaban afectadas por la cadena global de distribución rota, que no se nos olvide), literalmente, se forraron.

Los beneficios fueron tan altos que, mientras millones de personas en el mundo luchaban por tener un plato de comida diario, aparecieron en el sector de alimentos y agronegocios 62 nuevos multimillonarios alimentarios. Su riqueza colectiva aumentó en total un 45% (unos 380.000 millones de dólares, para ser más concretos).

Por ejemplo, la empresa más grande de alimentos del mundo, Cargill, que vio aumentar su fortuna unos 20 millones de dólares al día desde que empezó la pandemia. Procesan cereales, soja, maíz, cacao, carne, pescado y lo venden a grandes cadenas. En el año 2021 marcó su propio récord histórico de ganancias netas obteniendo casi 5.000 millones de dólares, según los cálculos de Oxfam.

Otro gran comerciante, cuyo nombre también nos suena, es Bunge, que aumentó sus ingresos en un 19% entre 2021 y 2022.

Este lunes, cuando arrancó el Foro Económico de Davos, Oxfam Intermón publicó otro informe que va en sintonía con el de septiembre, aunque es mucho más amplio. Se titula La ley del más rico y contiene una cantidad de datos que son difíciles de leer sin entrar un poco en cólera.

Su principal conclusión es que desde 2020 las fortunas de los ultra ricos se dispararon drásticamente a la vez que lo hicieron la pobreza y desigualdad. El 1% de los más ricos acaparan el doble de riqueza que el 99% restante. Calcula Oxfam que la fortuna de los multimillonarios aumenta unos 2.700 millones de dólares cada día, mientras que los salarios de miles de millones de trabajadores crecen más lentamente que la inflación.

A la inflación le tienen dedicado todo un capítulo titulado Inflación de la codicia: las grandes empresas están detrás de la inflación rentabilizando el sufrimiento.

Y vaya, resulta, siempre según Oxfam, que una de las principales causas de la inflación no es la cadena de suministros deteriorada ni la guerra en Ucrania. Una de las principales causas de la crisis del coste de vida son los beneficios empresariales que están alcanzando niveles sin precedentes.

La inflación real baja, pero las grandes empresas no tienen ningún interés en bajar los precios, porque a ellas les supone quedarse con un margen muchísimo más amplio.

Así, calculan que en EEUU el 54% de la inflación se debe directamente al aumento de los ingresos de empresarios. En España en 2022, según Comisiones Obreras, los ingresos empresariales fueron responsables del 83.4% de la inflación.

Aquí entramos en un campo de blindaje empresarial y mediático mutuo en el que cualquier propuesta que no suponga dejar hacer a las grandes empresas lo que les venga en gana, es tachada de comunismo o de alguna de sus versiones más modernas (chavismo, bolivarianismo, etc.), olvidando, convenientemente, que el gravar las grandes fortunas forma parte esencial del llamado estado del bienestar.

En muchas ocasiones se trata de un puñado de grandes compañías que funcionan como oligopolios: puesto que no hay competencia (porque, pese a lo que se nos diga, este sistema tampoco es puramente capitalista), se puede mantener elevadísimos márgenes de beneficio.

Pues de esta manera, según calculó Oxfam Intermón, en 2022 las principales empresas repartieron entre sus directivos unos 257.000 millones de dólares en dividendos. La familia Walton, dueña de la mitad del grupo Walmart, una de las principales cadenas de supermercados de EEUU, recibió en 2022 un módico ingreso de 8500 millones de dólares en dividendos.

Pero el problema, como ya bien nos contaron en nuestros medios, es un sintecho que roba comida en el supermercado, o la pandemia, o la guerra. Y se centran en ello porque los grandes magnates de los medios de comunicación, al igual que los grandes magnates del sector alimenticio o energético, sí tienen conciencia de clase (eso si además no resulta que son los mismos los que poseen tanto supermercados como medios).

Y como ellos sí tienen conciencia de clase, el trabajo consiste en proteger sus intereses y moldear la opinión pública a través de los medios de información. Se les considera, como suele recordar la derecha, "generadores de riqueza". Pero viendo estos datos, no estaría del todo mal pensar que una descripción más precisa sería "generadores de pobreza" por sus prácticas abusivas.

Por cierto, esto es una de las principales insistencias de Oxfam: subir los impuestos a los ricos para reducir esa tremenda desigualdad. Porque resulta que señores como Jeff Bezos, el dueño de Amazon, tributa a un tipo inferior al 1%, y no precisamente porque cobre poco, que le da para pagarse un viaje al espacio y aún así llegar a fin de mes sin aparentes problemas. ¿Saben cómo lo hace? Aprovechándose de las lagunas existentes en la legislación de EEUU. Gente como Bezos o Elon Musk obtienen la mayor parte de su dinero porque el valor de las acciones de sus empresas sube.

El aumento de valor de las acciones se considera en EE.UU. una renta de capital no materializada: mientras no vendas las acciones, no tributas. Pero puedes usar esas acciones como aval bancario para conseguir préstamos. Así, ni Bezos, ni Musk se pagan sus sueldos: viven de préstamos bancarios que los bancos están muy felices de dar a gente como ellos, utilizando como garantía sus acciones. De esta manera, Elon Musk tributó entre 2014 y 2018 a un tipo de un 3,27%, según calcularon periodistas del portal estadounidense ProPública.

Pues una de las causas podía ser, como menciona nuestro compañero Owen Jones en La demonización de la clase obrera, que las grandes fortunas en países como el Reino Unido tributaban a unos porcentajes hoy totalmente impensables, de más del 80% (para que luego se quejen los Youtubers).

Es decir, que en la época del crecimiento y el florecimiento del capitalismo y la época dorada de la industrialización en todo Occidente, cuando la guerra fría estaba en pleno apogeo y había que demostrar al bloque comunista la superioridad del capitalismo, los países más capitalistas adoptaban políticas que serían consideradas hoy en día casi bolivarianas, en fin, aten cabos y se imaginarán por qué.

 

 


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