El crimen de Cuenca, el
filme de Pilar Miró secuestrado no por su brutalidad, sino por su mensaje
Por Francesc Miró | 23/05/2019 | Cultura
Fuentes: El diario
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El realizador Víctor Matellano estrena el documental Regresa El Cepa , que
narra la realización y posterior secuestro de El crimen de cuenca , la mítica
película de Pilar Miró – «Conviene no olvidar lo que pasó con la película de
Pilar porque aquí se siguen censurando libros, se persiguen expresiones
artísticas y se […]
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El realizador Víctor Matellano estrena el documental Regresa El
Cepa , que narra la realización y posterior secuestro de El
crimen de cuenca , la mítica película de Pilar Miró
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«Conviene no olvidar lo que pasó con la película de Pilar porque aquí se siguen
censurando libros, se persiguen expresiones artísticas y se condena por
tuitear»
Daniel Dicenta en la piel de Gregorio en El
crímen de Cuenca
El
caso Grimaldos, conocido popularmente como el crimen de Cuenca, aún pervive en
la memoria de muchos vecinos castellanomanchegos más de un siglo después de
acontecer. En 1910, un joven de 28 años llamado José María Grimaldos, conocido
como El Cepa, desapareció en Osa de la Vega sin dejar rastro. Acababa de vender
unas ovejas y había cobrado un dinero considerable.
Entonces,
con motivo de las acusaciones de su madre, se señaló como responsables de su
desaparición a dos campesinos: Gregorio Valero Contreras y León Sánchez Gascón.
Se dijo que conocían la venta ovina y quisieron quedarse con el dinero. Sin
pruebas que validasen las acusaciones y acallasen los rumores, la causa fue
sobreseída.
Tres
años después, otro juez reabrió el caso y volvió a acusar a ambos campesinos.
Sin cadáver y, de nuevo, sin prueba alguna, la Guardia Civil les retuvo y
torturó brutalmente durante días hasta que, bajo presión, ambos se acusaron
mutuamente de haber asesinado a Grimaldos. Pasaron doce años en prisión.
Resultó
que El Cepa no estaba muerto. Que no lo había estado nunca. Vivía en la
localidad de Mira, a poco más de cien kilómetros de Osa de la Vega. Aquella
tarde, con el dinero de la venta en su bolsillo, le dio «un barrunto» -como
diría él mismo- y se marchó de su pueblo sin más. Tuvo hijos, trabajo y una
vida apacible. Apareció en Osa de la Vega en 1926 y declaró no saber nada del
asunto por el que sus vecinos habían sido torturados y encarcelados. Y aquello
pasó a ser uno de los ‘errores’ judiciales más sonados de la historia de
España. Un suceso olvidado durante años hasta que un día Pilar Miró pisó la
pequeña localidad conquense.
La censura también existe en democracia
En
el verano de 1979, Pilar Miró rodó El crimen de Cuenca en las
mismas localizaciones en las que se fraguó el caso Grimaldos. Y, sin
pretenderlo, imprimió en aquellos hechos el carácter indeleble que solo dejan
las imágenes impactantes. La película retrataba explícitamente las torturas
sufridas por Gregorio y León antes de confesar un crimen que jamás habían
cometido. Vejaciones probadas y documentadas que violentaban la mirada de
cualquier espectador.
No
obstante, El crimen de Cuenca se significa muchísimo más allá
de sus polémicas escenas violentas. Es la historia de la descomposición de una
amistad dinamitada por la intervención del poder. También un retrato rural de
la España de principios de siglo XX que no se descubría tan descarnado desde
cintas como Surcos de José Antonio Nieves Conde. E incluso una
brillante reflexión sobre quién padece las connivencias entre el poder
eclesiástico, el militar y las clases altas cuando se trata de hacer cumplir la
ley.
«En
mi caso descubro la película de Pilar siendo adolescente», explica a
eldiario.es el realizador Víctor Matellano. «Recuerdo que me causó una impresión
muy fuerte pero no por lo explícito de las famosas torturas, sino por la
cuestión que plantea sobre la amistad», cuenta. «Imagínate tener doce o trece
años y de repente pensar, ¿llegaría a mentir o delatar a un amigo íntimo bajo
coacción? ¿Cómo seríamos si sufriésemos torturas? ¿En qué nos convertiríamos?».
Las
preguntas quedan en el aire y le toca al espectador digerirlas. Matellano acaba
de estrenar el documental Regresa El Cepa, que narra el rodaje de
la película de Pilar Miró pero también lo que siguió al mismo. Uno de los
primeros y más sonados escándalos culturales de nuestra recién reestrenada
democracia. El crimen de Cuenca estuvo secuestrada durante dos
años por orden militar. Fue el ejemplo de un pulso por la libertad de expresión
entre viejas instituciones franquistas y nuevos demócratas.
Pilar Miró durante el rodaje de El crimen de
Cuenca
En
diciembre de 1979, la Junta de Valoración de Películas del ministerio de
Cultura asistió a la proyección del filme para obtener una clasificación por
edades y una licencia de exhibición. Se trataba de un puro trámite; ojo de
aguja de un sistema que se cuidaba de exhibir según qué, pero que no actuaba
-supuestamente- como organismo censurador. La censura había muerto con el
dictador. O eso parecía.
Sin
embargo, las imágenes de tortura habían hecho saltar las alarmas del organismo.
Pero no tanto por su dureza, que se solía arreglar concediendo una ‘S’
reservada entonces para películas porno o violentas, sino por el subtexto del
caso en sí mismo. Al fin y al cabo, en la película se mostraba sin pudor que
los responsables de esas brutales torturas eran miembros de la Guardia Civil. Y
era eso lo que había hecho saltar las alarmas.
En
una estrategia con pocos precedentes, el Ministerio de Cultura paralizó la
concesión de la licencia y organizó varios pases privados para los tenientes
generales Antonio Ibáñez Freire -Ministro del Interior- y Pedro Fontenla
Fernández -Director General de la Benemérita por entonces-. Ambos decidieron
que la película no debía estrenarse. Al poco tiempo, la Iª Región Militar de
Madrid comandada por Guillermo Quintana Lacaci, dictó el secuestro de todas las
copias del filme y procesó a la directora de la película, Pilar Miró, por
injurias a la Guardia Civil. Todo esto con el gobierno de la UCD de Adolfo
Suárez en el Congreso.
«Me
parecía importante recordar lo que pasó con la película de Pilar porque aquí se
siguen censurando libros, se persiguen expresiones artísticas y se condena por
tuitear. Conviene no olvidar», opina Matellano.
«El
poder es como la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma»,
reflexiona el director de Regresa El Cepa. «Es más, siempre utiliza
los resortes que tiene a mano para influenciar en determinados hechos y
habitualmente por vía legislativa. Utilizaron vericuetos legales para prohibir
la película de Pilar como ahora se utilizan para según qué intereses».
Vuelve El Cepa… cuarenta años después
«El
dilema es: ¿de qué trata El crimen de Cuenca? ¿De las torturas que
la Guardia Civil cometió en 1913 o de las que perpetra en 1979 contra
terroristas y delincuentes?», escribía Emetrio Díez Puertas en su libro Golpe
a la Transición: el secuestro de El crimen de Cuenca.
Una
censura que supuso «un golpe a la Transición en el sentido de que es un acto
involucionista por el que un sector de los militares quiere dejar sin efecto la
libertad de expresión», afirmaba el investigador y profesor de la Universidad
Camilo José Cela,«además de imponer un silencio sobre la guerra sucia
que el Estado practica contra el terrorismo».
«El
trabajo de Emetrio fue esencial para mi documental», añade Víctor Matellano. El
realizador cuenta que entre aquella investigación y su documentación consiguió
un guion de setecientas páginas, cuarenta entrevistas y veinticuatro horas de
material grabado hábil. Aquello se acortó en un montaje de cinco horas que
posteriormente se convertiría en el documental de hora y media que ahora
estrena.
En Regresa
El Cepa, Matellano vuelve de la mano del actor Guillermo Montesinos,
que interpretaba a José María Grimaldos en la película de Pilar Miró, a Osa de
la Vega. Recorriendo con él las calles que vivieron la injusticia y luego el
rodaje y recreación de la misma.
Guillermo Montesinos como El Cepa y, cuarenta años
después, durante el rodaje del documental
«Hemos
contado hasta donde se podía contar, porque algunos de los protagonistas de la
cuestión política y judicial ya no están vivos», explica Matellano. «También
por ser ecuánimes y ceñirnos a la cuestión probada, porque es verdad que
tenemos algunas sospechas que no podemos probar».
Cuando
se le pregunta por dichas sospechas, Matellano no se muerde la lengua:
«Asumimos que en torno a la película y al caso real hay mucha rumorología, pero
tengo algunas sospechas que diría que son casi certezas, como que hubo un
movimiento desde la política nacional para que la película no se premiase en
Berlín», afirma.
En
1980, la película se presentó en la trigésima
edición de la Berlinale ante un revuelo sonadísimo , siendo
imposible verla aún en España. «Me parece demasiada casualidad que justo le
surgiese un viaje inesperado a Adolfo Suárez y tuviese una entrevista con
Helmut Kohl el mismo día de la proyección de la película. O que en la rueda de
prensa fuese el cónsul… había mucho movimiento para que, parece ser, no pasase
como pasó con Viridiana [que ganó la Palma de Oro en Cannes] y
desde la comunidad cinéfila internacional les metiesen otra vez ese golazo».
Algunos de los responsables de la película, cuarenta
años después.JPG
Una cineasta ante militares
Con Regresa
El Cepa, Víctor Matellanos reúne a muchos de los profesionales que
participaron la película de Pilar Miró para hablar del rodaje, evaluar lo que
significó su secuestro comercial durante años y cómo afectó al panorama
sociopolítico del momento. Un ejercicio de síntesis a la vez que apertura de
miras realmente encomiable.
Cuando
por fin pudo verse, la cinta se convirtió en un fenómeno imparable. Fue la
película más taquillera del año en España, con una
recaudación de 376 millones de pesetas del 81 . Superando, sin
demasiado esfuerzo, a películas como Superman II, Aterriza
como puedas o En busca del arca perdida. Ese mismo año,
Tejero entraría en el Congreso de los Diputados a punta de pistola el 23-F. Aún
se escuchaba el ruido de sables y Pilar Miró, de hecho, figuraba en la lista
negra de personas a las
que los golpistas militares querían eliminar .
Pero
más allá de sopesar las razones que han llevado a que El crímen de
Cuenca se convierta en un pedazo valiosísimo de historia de nuestro
cine, también se significa como un merecidísimo homenaje a su directora.
«Es
evidente que no vivimos en la España de hace 40 años, que existe una evolución
positiva en muchos aspectos», explica Matellano. «Sin embargo hay tres grandes
temas que siguen vigentes: la cuestión de la tortura, la libertad de expresión
en en nuestro país, y la presencia de la mujer en el cine», explica.
Para
el director de cine no es casualidad que la película que cabreó al régimen
estuviese dirigida por una mujer. «Además, hija de militares», remarca,
«imagínate cómo se tomaría un juez militar en el 79 que una hija de un
compañero, de izquierdas y mujer, hubiese rodado esta película…».
«La
cuestión de la mujer es absolutamente importante en este caso. Había muy pocas
realizadoras entonces. Y creo que es necesario recordar a tres profesionales
que lucharon por este proyecto contra viento y marea», afirma el realizador,
que enumera los nombres de Pilar, por supuesto, Sol Carnicero, directora de
producción y Lola Salvador, que firmó el guion final y estuvo siempre decidida
a hablar de las torturas.
Sin
ellas no existiría El crimen de Cuenca. Ellas fueron quienes
quisieron narrar la injusticia que sufrieron Gregorio y León. También quienes
plantaron cara a la censura cuando la tuvieron delante. Conviene no olvidar,
como dice el director del documental, porque el olvido a veces es de todo menos
inocente.
Fuente:
https://www.eldiario.es/cultura/cine/Cuenca-vigente-cuarenta-despues-secuestro_0_901510440.HTML
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