Universidad Autónoma de Madrid Campus
El Recital de Pueblos
Ibéricos, celebrado anteayer, fue un completo éxito de organización y
desarrollo. Una señora de ochenta y tres años y un niño de dos fueron quizá los
extremos de una gama de espectadores que escuchó, desde las once y media de la
mañana hasta la puesta del sol, a lo mejor y menos fácil de oír del folk de la
Península.
A pesar de las
múltiples dificultades para su organización y de que el permiso del Rectorado
no llegó, hasta el sábado por la mañana, el domingo se celebró en la
Universidad Autónoma de Madrid el recital de pueblos ibéricos, que congregó
sobre la hierba del campus de Cantoblanco a más de cincuenta mil personas, en
su mayor parte universitarios.El recital, organizado por las asociaciones
culturales que se integran en la FACUM (Federación de
Asociaciones Culturales de la Universidad de Madrid), tuvo, por encima de todo,
un doble mérito: la organización y el número y calidad de los cantantes que se
dieron cita.
La organización del
más grande festival folk que se recuerda, dentro de las
características que tuvo el Recital de Pueblos Ibéricos dejó
patente que el autogobierno y la participación de los estudiantes en la gestión
universitaria son posibles y que pueden congregarse decenas de miles de
personas sin alteraciones de orden público. En Cantoblanco hubo grupos de todas
las tendencias y procedencias -habían llegado autocares de Catalunya, Sevilla,
Valladolid, Burgos, Santander...- que se expresaron generalmente a su aire y
sin imponerse unos a otros.
En cuanto a los
cantantes, se congregaron una veintena de artistas o grupos que no es habitual
que canten con facilidades ni siquiera a título individual. Quico Pi de la
Serra, por ejemplo, rompía con su actuación un largo boicot de años.
Actuaron, además, La Bullonera,
Bibiano y Benedicto -que provocaron una gran fiesta de bailes populares-, Miró
Casavella, Luis Pastor, La Fanega, Daniel Vega, Juliá León, Elisa Serna
-acogida con una ovación de gala y gritos de «Elisa, Elisa» y presentada como
«compañera infatigable de todos nosotros»-, Fernando Unsain, Adolfo Celdrán,
José Antonio Labordeta, Pablo Guerrero, Manuel Gerena -que ininterrumpidamente
aplaudido pidió un poco de vino para poder cantar o una cerveza, porque
la Fanta que le ofrecieron no servía para eso-, Mikel Laboa,
Víctor Manuel, Raimon -ovaciones, gritos, estruendo, coros al vent-, Gabriel
González y Fausto y Victoriano -portugueses- (Recital de Pueblos Ibéricos), que
pusieron a cantar a todos en pie cuando, a petición de los espectadores,
comenzaron el Grandóla, vila morena, de José Alfonso.
En dos momentos se
guardaron sendos minutos de silencio: por la mañana, en recuerdo de los muertos
de Vitoria (Vitoria, hermanos, no os olvidamos) y por la
tarde, al conocerse los sucesos de Montejurra, de los que se informó por los
altavoces y que provocaron una gran tensión.
La vaguada de
Cantoblanco donde se celebró el recital, detrás de la Facultad de Ciencias,
estuvo llena de banderas -Euzkadi, Galicia, Catalunya, comuneros de Castilla,
Andalucía, Valencia, Aragón, Frente Polisario, de diversas opciones y colores
políticos- y pancartas. Gritos de «amnistía» y «libertad», claveles rojos y
globos con este mensaje: «Pan, cultura y libertad.»
En los momentos en que
podía haber cierta tensión, los gritos de «unidad» eran constantes. Los casi
trescientos estudiantes encargados del orden interno que llevaban brazaletes
distintivos, cumplieron en todo momento su misión.
El despliegue policial
en los alrededores de la Universidad fue enorme: brigadas especiales, autobuses,
caballos, jeeps, un helicóptero... Pero en ningún caso
intervinieron.
El Recital de
Pueblos Ibéricos fue, pues, un enorme éxito de organización y
mantenimiento, en el que jóvenes, no tan jóvenes y niños de corta edad se
unieron para oír cantar a lo mejor del folk de la Península durante más de ocho
horas.
Pasadas las ocho de la
tarde, cuando terminó el último cantante, los universitarios recogieron hasta
el último desperdicio y dejaron la hierba completamente limpia. El objetivo de
los organizadores y las condiciones del Rector se hablan cumplido. Después
vendría la nota posterior del Rectorado, en la que se agradecía el
comportamiento de la mayor parte del público y se reconocía
el esfuerzo e interés demostrado por la mayor parte de los
organizadores, pero se repudiaba y condenaba la actuación de
quienes interfiriéndose en la celebración del acto... lo han utilizado como
escenario de propaganda política de matiz extremista... Los propios
organizadores demostraron su capacidad de organizar.
Las entradas se
vendieron a cien pesetas y del montante global, un 75 por ciento era para los
cantantes, a los que, además, se pagaron los gastos de viaje, y el otro 25 por
ciento, tras descontar gastos y alquiler de equipos sonoros para las
asociaciones culturales organizadoras.
Los asistentes
tuvieron que trasladarse a la Autónoma por sus propios medios, ya que la
tardanza con que llegó el permiso, impidió la contratación de autobuses y la
puesta en funcionamiento del ferrocarril que habitualmente, recorre el trayecto
Estación de Chamartín-Cantoblanco.
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